En el Real Decreto-ley 3/2023, 28 de marzo de este año se aprobó la prórroga de la singularidad ibérica, este mecanismo que permite a España y Portugal “intervenir” el mercado eléctrico para reducir el impacto en el consumidor final de la crisis energética. En su momento fue una noticia que causó revuelo, siendo la comidilla de los medios de comunicación que, sin llegar a comprender del todo el objeto de este mecanismo, pregonaban los resultados del mercado diario anunciando máximos históricos.
La noticia de la prórroga, sin embargo, ha pasado casi desapercibida. El foco está ahora en otros temas y se ha perdido el interés en el mercado eléctrico, quizás porque los precios ya no son tan altos como en su momento fueron. Pero ¿Sabemos realmente el impacto que este mecanismo ha tenido en el consumidor final? ¿Ha cumplido esta medida con su objetivo?
En este artículo intentaremos dar respuesta a estas preguntas.
El 15 de junio de 2022 entró en vigor la excepción ibérica, con una duración inicial prevista de 12 meses. La idea era simple, limitar el precio de las ofertas de la generación térmica para reducir el precio marginal del mercado. En teoría, el consumidor pagará un precio menor por la energía consumida y una compensación a los productores gasistas, siendo el coste total menor al que hubieran pagado sin este mecanismo por una cuestión de volumen: el coste del gas solo se paga para la energía producida por el gas, y no por toda la energía generada como sería el caso de no haber este mecanismo. (Para más detalles, están disponibles los anteriores artículos que escribimos sobre el tema: THE TIMES THEY ARE A-CHANGIN’ – Singularidad Ibérica & Análisis de la singularidad ibérica (últimos 3 meses))
Echando la vista atrás, en los últimos años, el precio de la electricidad en España ha seguido las mismas tendencias que el resto de Europa, estando el precio medio por encima del de otros países como Francia y Alemania, pero por debajo de países como Italia.
Entre 2018 y 2020, el precio medio diario de la energía en España fue de algo menos de 49€/MWh, algo superior al de Francia (44.5€/MWh) y al de Alemania (40.5€/MWh), y menor al de Italia (54€/MWh).
En 2021, la recuperación económica después de la COVID aumentó significativamente la demanda de energía. Sin embargo, la propia COVID hizo que las infraestructuras energéticas no estuviesen en plena forma (muchos mantenimientos e inversiones se postpusieron durante la pandemia), lo que, sumado a las condiciones meteorológicas adversas en muchos lugares de Europa, hizo que la oferta tuviese dificultad para cubrir la demanda y por tanto los precios de la energía eléctrica empezaron a subir.
En medio de todo esto, Rusia empezó a recortar el suministro de gas a Europa como medida de presión ante las maniobras militares que llevaba a cabo en su frontera con Ucrania, aumentando el precio del gas y por tanto el de la electricidad. Lamentablemente, Rusia decidió invadir Ucrania en febrero de 2022, lo cual empeoró la situación: Europa aplicó una serie de sanciones mientras Rusia restringió cada vez más las exportaciones de gas con destino a la UE.
En España los precios pasaron de menos de 49€/MWh de media en 2018-2020 a 153€/MWh de media en el segundo semestre de 2021, a 214€/MWh de media en el primer trimestre de 2022. Este aumento vertiginoso se experimentó por toda Europa:
Puede observarse en la tabla de arriba como Francia y Alemania muestran una subida de precios mayor al que se observa en España o Italia. Esto es debido a que centro-Europa cuenta en ese momento un problema añadido, la pobre disponibilidad de los activos nucleares franceses, clave del aprovisionamiento en la zona. Para más detalles, ver Newsletter: Energía nuclear en Francia: un desafío por delante.
Y es en este momento, con precios medios diarios marcando récords día tras día, que entra en juego la excepción ibérica tras difíciles arbitrajes con la Comisión Europea. En la gráfica debajo se muestra claramente como, antes de la entrada en vigor de la excepción ibérica los precios en España se situaban en el entorno de los precios europeos, mientras a partir de su entrada en vigor, el precio final repercutido al consumidor[1] ha sido más bajo que la media europea. Concretamente, un 57% más bajo en el segundo semestre de 2022 y un 28% en lo que llevamos de 2023.
Podría afinarse el estudio calculando cuál hubiese sido el precio diario medio sin el impacto del tope al precio del gas, y compararlo con el precio repercutido al consumidor. Sin embargo, los resultados anteriores evidencian claramente el resultado positivo de este mecanismo, independientemente de cualquier ajuste cuantitativo que un análisis con mayor profundidad pudiese arrojar.
Algunos aspectos operacionales de la excepción han sido controvertidos. Por ejemplo, la forma en que se traslada a los consumidores finales el precio de ajuste del mecanismo, de manera desfasada con el coste de la energía. Esto provoca desajustes de tesorería en el consumidor final, precisamente uno de los problemas que querían evitarse.
Otro aspecto para tener en cuenta son las señales del mercado: si los precios de la energía eléctrica se mantienen bajos en tiempos de crisis energética, no hay incentivos para ahorrar en el consumo eléctrico. De hecho, si se comparan las cifras de consumo eléctrico de 2022 con las de 2020, a penas se observa una reducción en la demanda. Sin embargo, las señales siguen, aunque atenuadas, estando presentes en las facturas del consumidor que ha visto aumentar su coste significativamente.
Asimismo, se ha especulado acerca de cómo trata la excepción ibérica las interconexiones con Francia, y si España está subvencionando la energía francesa. En primer lugar, cabe señalar que las interconexiones de la Península Ibérica con Francia son mínimas, apenas un 2.8% de la potencia instalada en España. Es precisamente este mínimo nivel de interconexión el que ha permitido que se apruebe este mecanismo excepcional – el impacto para el resto de Europa se considera insignificante. En segundo lugar, la renta de congestión asegura que Francia pague el 50% del coste diferencial de la energía exportada (diferencia de precio entre España y Francia) a España. Teniendo esto en cuenta, efectivamente los consumidores en España están pagando una compensación del tope del gas de la que en parte se benefician en Francia.
En resumidas cuentas, la excepción ibérica parece cumplir su objetivo de proteger al consumidor frente al alza de precios de la energía eléctrica. Además, lo hace sin afectar sustancialmente el libre mercado (al contrario que la congelación de tarifas que llevó al déficit tarifario a principios de siglo). Seguramente haya aspectos mejorables, pero ha demostrado que desvincular los mercados eléctricos del precio del gas es posible y puede ser útil en tiempos de crisis como los que vivimos. La propuesta de reforma del mercado eléctrico liderada por España y apoyada por otros países como Portugal o Francia se inspiraban en este concepto y proponían una desvinculación estructural de tecnologías como el ciclo combinado o el almacenamiento (ver Newsletter: Reforma del mercado eléctrico: propuesta de España). Sin embargo, el statu quo suele imponerse ante cambios de tal envergadura, y la propuesta final de Bruselas no incluye ningún mecanismo semejante.
Manuel Domínguez León
[1] Precio del mercado diario más compensación a las productoras gasistas por el tope del gas.